PINTURA. Marina. Guillermo Gómez Gil. Museo Tyssen de Málaga.

Réplica del Museo de los Pasillos
Original

BIOGRAFÍA

Nació en Málaga en 1862 y se formó en esta ciudad, decantándose por el arte, siendo su maestro Emilio Ocón y Rivas, catedrático de Bellas Artes que creó escuela en Málaga y dejó varios discípulos. Sus estudios los realizó en la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.

Llegó a participar en el Premio Barroso, premio gestionado por el Ayuntamiento de Málaga, que tenía como finalidad la motivación de los alumnos de dicha escuela. En 1881 vuelve a participar en este premio, aunque en ninguna de las participaciones logró salir premiado.

En 1880 participa en una muestra colectiva organizada por el ayuntamiento malacitano con el nombre de «Exposición Artística, Industrial y Agrícola», en la que participó llevando Puesta de sol y Marina. Se especializó en paisajes y marinas, por las que se hizo célebre y famoso. Participó en varias Exposiciones Nacionales, obteniendo algún galardón en las de 1892, 1897, 1899, 1901, 1904, 1906, 1908, 1915 y 1917, obteniendo la mayoría de las veces el reconocimiento de una medalla de tercera clase .

Desde 1881, que reside en Málaga, hasta 1892, en que aparece como participante en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid de ese año, existe una laguna de treinta años en la que se desconoce su actividad, por lo que hay muy pocos datos sobre él. Fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios de Sevilla, ciudad en la que vivió muchos años, hasta su jubilación en 1932, alternando Sevilla con la ciudad de Cádiz, donde fallece el 6 de enero de 1942.

Buena parte de la producción de Guillermo Gómez Gil estuvo dedicado al género del paisaje, en la modalidad de las marinas.

Desde sus comienzos, el mar y las costas malagueñas fueron objeto de su atención, como queda demostrado en esa obra de 1880 que presentó a la exposición organizada por el Ayuntamiento ese año y que posteriormente adquirió el Consistorio y hoy se exhibe en las salas del Museo del Patrimonio Municipal.

En aquella ocasión, literaliza el territorio y se centra en ese registro puntual y honesto de un ejercicio ecléctico con voluntad realista, opción ésta que queda mermada ante el interés por marcar itinerarios en la superficie del lienzo y definir claves de identificación del lugar, tópicas y típicas.

A medida que se profesionaliza, su voluntad por incluirse en los movimiento modernos del fin de siglo le hace detenerse en la fijación de unos paisajes, especialmente marinas, en los que el protagonismo lo adquiere la luz, por encima de los detalles geográficos, y en los que se potencien efectos lumínicos evocadores, con la intención de ejercer una línea de paisajes que pudieran vincularse a poéticas como la simbolista.

En esta obra opta por una descripción literal de la naturaleza, en la que encontramos fragmentos que parecen inspirados en otras obras de Haes, como en esas rocas que asoman del mar del plano inferior izquierdo de la composición, tan cercanas a las de Restos de un naufragio de 1892 del autor belga, hoy en el Museo del Patrimonio Municipal, lo que nos hace suponer que la vista de Gómez Gil puede ser de la costa malagueña, o inspirada en ella y en sus accidentes geográficos, al igual que las barcas, muy similares reproducidas en composiciones de Ricardo Verdugo Landi o Emilio Ocón.

Todo ello nos hace pensar en un trabajo de composición, hábilmente resuelto gracias a los efectos lumínicos y cromáticos que nos invitan a creer en una toma directa del natural, que bien podría situarse en la costa malagueña o estar inspirada en ella.

La paleta aplicada al mar es significativa del trabajo del autor, que se esfuerza por manejar una gama de verdes tan familiares en las costas locales, construido a base de pinceladas cortas y precisas.

La obra puede ser fechada entre 1920 y 1942

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